‘Al final de la semana en que San Fermín y mi trocánter derecho celebraban su fiesta mayor, llegó a casa el CD BIG APPLE de los Gunhild Carling.’
Julio, más concretamente su primer lunes, me saludó con lo que supongo es uno más de los disfraces de los que hace uso la EP en su existir camaleónico.
Tiene un nombre que igual vale para asociarlo a un ministro de cultura griego que a un sibilino y bloqueante dolor en el lateral de la pierna: trocanteritis se hace llamar.
Mi movilidad se redujo a metros con un solo dígito entero (en pedante, se dice ahora así). Me refugié en ELLA en cuerpo y alma, reforzando el cuerpo con cualquier cosa que me permitiera al menos moverme en casa y asegurando el funcionamiento de cada altavoz o auricular doméstico para inundar de combustible el alma a través de los oídos y aguantar (superar) el tirón.
Como era fácil de imaginar, de acuerdo con mi patrón intensivo de funcionamiento, las dos semanas transcurridas desde el advenimiento de Gunhild al “down town” de Las Rozas habían dado ya para algo más que una toma de contacto con los Carling y su inagotable fondo musical disponible en YouTube.
La música que me gusta y desde luego la que me emociona necesito hacerla tangible y para ello había rastreado Amazon buscando CDs de Gunhild, pero encontré poca cosa.
Al final de la semana en que San Fermín y mi trocánter derecho celebraban su fiesta mayor, llegó a casa el CD BIG APPLE de los Gunhild Carling.
Procedí a la escucha oficial con interés moderado, entendiendo por tal el equivalente al que se pone en la escucha del hilo musical en la consulta del médico.
De fondo sonaba agradable y ratificaba el impacto inicial y lo oído vía YouTube. Así hasta que llegó el quinto tema (corte se decía antes) y, desde la primera nota de trompeta con sordina, todo lo que vino después me sonó fluido e inevitable, como si a cada nota no le quedara más remedio que ser sucedida por la que venía después, y tan de toda la vida como si hubiera estado sonando ya en mi primer plato BETTER DUAL 1235 de los 70; pero fresca y nueva al tiempo.
En la primera escucha sólo capté la melodía con las irrupciones a empujones de cada instrumento. Fue en la segunda cuando reparé en la letra: The old Ascona moon is listening to with delight … Yo sí que estaba deleitándome, pero ¿Ascona? ¿Opel Ascona? ¿La luna del Opel Ascona?
Visita urgente a San Google y todo aclarado. Ciudad suiza italohablante, situada a orillas del lago Mayor y con un famoso festival de jazz que se celebra cada Julio desde hace 30 años.
Ya con las imágenes de Ascona (la ciudad no el coche) en la táblet, la letra de cada estrofa de la canción (que obviamente se titula Ascona) tomaba sentido y al final de la canción creía que yo y mi trocanteritis nos habíamos dado un paseo por Ascona en pleno festival de jazz.
El empujón emocional que me produjo me hizo cambiar el objetivo vital inmediato, que pasó de ser llegar al baño “a tiempo” a verme pasear por las calles de Ascona. ¡Y a ello me puse y en ello estamos!
JM LR20180916